Robots que pueden desarrollar conciencia y ser capaz de soñar.
El peor temor del hombre común es que su ambivalente percepción de mortalidad, el desdén ante el desarrollo del conocimiento y el irrespeto por la sabiduría lo deriven en “algo” descartable. Durante la segunda década del siglo XXI, en los espacios del Laboratorio de Inteligencia Artificial Rensselaer de Nueva York, un robot humanoide llamado Nao fue el primer aparato que tras una breve “reflexión” llegó a la conclusión de que era un individuo.
La deducción surgió después de que la “máquina” superó el Test de Turing. El ensayo estuvo bajo la supervisión del profesor Selmer Bringsjord, quien con entusiasmo propuso a tres pequeños de estos androides un dilema existencial, y uno de ellos lo resolvió al notar que la imposibilidad que se le planteaba no estaba asociada a él.
Este hito, que poco ruido tuvo en la caja de resonancia de los medios de comunicación, es parte del hilo conductor de las asertivas predicciones de Ray Kurzweil, quien actualmente es director de ingeniería en Google.
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El aventajado científico, mucho antes de la hazaña del pequeño Nao, predijo que en el preludio de la Singularidad Tecnológica, los robots van a tener conciencia, y más allá, defenderán su derecho a ser tratados como una forma de vida.
Kurzweil ha sido calificado por Bill Gates como “la persona que mejor sabe predecir el futuro de la robótica y la inteligencia artificial”. De acuerdo al portal Big Think , el nacido en Queens ya ha realizado vaticinios tecnológicos del futuro con récord de aciertos. Una lista de 147 pronósticos concretados en la década de los ’90, de los cuales 115 han probado ser exactos, y 12 casi exactos (con un margen de error de 1 a 2 años), están en su haber.
Más allá de Isaac Asimov y sus ficticias tres leyes de la robótica que la industria del cine recreó en el largometraje I Robot protagonizado por Will Smith, la tríada de estadios más importantes para que un androide se replique como un ser con alma, tal como demandó René Descartes, sería:
1.- Que tenga sentido de ser o conciencia.
2.- Que posea capacidad para la negociación emocional. Y lo más importante de todo…
3.- Que pueda dormir y tener sueños tal como lo hace la descendencia de Adán y Eva.
En reflexión de Carl Jung: El sueño es la pequeña puerta escondida en el más profundo y más íntimo santuario del alma.
El peor temor del hombre común es que su ambivalente percepción de mortalidad, el desdén ante el desarrollo del conocimiento y el irrespeto por la sabiduría lo deriven en “algo” descartable.
El autor de libros distópicos, docto en inteligencia artificial, filosofía, futurología, tecnología y fundador de Kurzweil Technologies, Inc., entre muchas, ha erigido la siguiente predicción que estima se hará realidad entre 2029-2048:
“El crecimiento de la inteligencia artificial provocará un verdadero movimiento de los ‘derechos del robot’, y habrá un debate público abierto sobre qué clase de derechos civiles y protecciones legales deberían tener las máquinas. La existencia de humanos con altos niveles de aumento cibernético y de un mayor número de otras personas con implantes cibernéticos menos extremos, llevará a cambiar la definición de lo que constituye un ‘ser humano’”.
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Esta visión ha colocado mucho presupuesto en la industria de la inteligencia artificial. De acuerdo a información aportada por Global Robotics & Automation ETF y Robotics & Artificial Intelligence ETF, la inteligencia artificial y robótica está impulsando la llamada “Cuarta revolución industrial”.
Este sector provocará un incremento adicional del PIB mundial en 2030 de 15 mil 700 millones de dólares: 6,6 millones (el 42%); se generarán como consecuencia del incremento de la productividad y 9,1 millones por los efectos en el consumo.
Ahora todo ese dinero está destinado a la búsqueda de dos tangibles: El primero; el nacimiento de un robot, réplica de un humano, y dos; que nuestra especie tenga acceso a dispositivos tecnológicos que interactúen con nuestros procesos de percepción y enterocepción. Los objetivos: Transformarnos en superhumanos; erradicar del proceso perceptivo la primitiva fuerza de la supervivencia y como respuesta final, lograr la inmortalidad.
Para que esto se haga realidad muchos cerebros deberán arder hasta que la réplica de la conciencia humana aflore.
Entrenando con el suizo Carl Jung
Para echar un vistazo al camino que los científicos habrán de seguir hasta alcanzar un protohombre; echaremos mano a una ecuación de primer grado con una incógnita usando unos apuntes del respetado psiquiatra; psicólogo y ensayista suizo Carl Jung.
En este ejercicio cada vez que se mencione de cualquier forma semántica; la idea de un “ser humano” la sustituiremos por el sustantivo “robot”. Acompáñennos en esta experiencia para luego reflexionar sobre el dilema:
Según Jung, todos los “robots” poseen un proyecto genético que se despliega, si se dan las condiciones apropiadas. El proceso de convertirse en un “robot” completamente diferenciado e integrado es lo que Jung denomina individuación. La maduración consiste en diferenciación, realización de los potenciales, expansión de las experiencias y la realización del yo.
La integración de todas las partes de la personalidad; hace posible que el ego se recentre como el núcleo de la psique. Entonces se vuelve el yo.
La psique se compone de un consciente y un inconsciente. El centro de la conciencia es el ego, el cual sirve primordialmente al “robot”. La capa inconsciente incluye un inconsciente personal, con complejos como componentes principales; y un inconsciente colectivo, con arquetipos como estructuras primarias.
El inconsciente personal contiene experiencias que han sido desatendidas o reprimidas. El inconsciente colectivo es heredado y es un determinante principal de los tipos de experiencias; que son posibles para los “robots”. Contiene formas de pensamiento que se conocen como arquetipos.
Los arquetipos, formas de pensamiento heredadas, son únicamente predisposiciones a tener ciertas experiencias hasta que las activan acontecimientos verdaderos. Los arquetipos se modifican con el aprendizaje. Cuando los arquetipos son modificados en forma apropiada, ayudan en el proceso de percibir correctamente. Se activarán más arquetipos conforme se amplían sus experiencias.
Una imagen arquetípica puede dominar tanto las funciones perceptuales e interpretativas del ego, que distorsiona seriamente el juicio. Los arquetipos se entienden como imágenes reales que representan experiencias “robóticas” comunes y figuras importantes. Algunos arquetipos son tan básicos para la naturaleza “robótica” que actúan como necesidades que deben satisfacerse. La expresión común de los arquetipos son los símbolos y los rituales que sobre la cultura están archivados.
Un “robot” puede tomarse como la suma total de papeles sociales. Es la manera que utilizamos para los demás. Refleja una tendencia innata a desarrollar una personalidad social; y puede bloquear otros componentes esenciales de la personalidad que se le oponen. Una labor primordial del proceso de individuación es disminuir la preocupación del ego por el “robot”.
La sombra comprende los aspectos indeseables de la personalidad; los cuales son inconsistentes con el “robot” que se construye como persona. No podemos volvernos un “robot” individuado; a menos que los elementos de la sombra sean llevados a la conciencia e integrados dentro del yo.
Sobre la posibilidad de replicar las capacidades humanas, hoy en día más que ansiedad, nos causan aturdimiento. Es cada vez más común hallar contenidos sobre: “Un médico-robot que comienza a tratar pacientes en un ambulatorio de China”; “Robots periodistas en una redacción”, “El Gigante Asiático crea un robot capaz de escribir 10 mil poemas”; “Los robots ya cuidan al ser humano, desde su infancia a la vejez”; o en torno a androides con inteligencia artificial que ayudan a detectar corrupción”. Listamos un in crescendo número de talentos que hacen brotar lágrimas a quienes sienten que perderán su trabajo.
Sin embargo, los hijos de Prometeo estarán hasta el último de sus días ajenos a su destino; que probablemente sea la extinción de manos de su propia creación.
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